Lo que más me sorprende de la escena
musical internacional en lo que va de nuevo siglo es su indefinición y falta de
estilos que puedan ayudarnos a definir una época. Si los 60 fueron la época de la
eclosión del rock, los primeros 70 la época dorada de la psicodelia y el rock
progresivo, la segunda mitad de los 70 y primeros 80 la cuna del new wave y el
punk, los 80 el tiempo del techno, el rock gótico y el rock-heavy de melenas y
mallas, los 90 el tiempo del grunge, el brit-pop y el trip-hop, ¿qué estilos
han definido la música de la primera década del presente siglo y lo que va de
la segunda? Difícil especificar un movimiento aglutinante de suficiente
importancia.
A principios de siglo pareció producirse
un cierto resurgir del rock de guitarras más esencial y melódico, con bandas
americanas como The Strokes, Black Rebel
Motorcycle Club, The White Stripes, The Hives, The Vines,Yeah Yeah Yeahs o
grupos de corte más siniestro como Interpol
o los más tardíos Editors. Sin
embargo, la mayoría de estos grupos se han disuelto ya o han espaciado o directamente
paralizado la producción de nuevo material. Un puñado de bandas han parecido
seguir esta cierta estela de revival de
tiempos pretéritos del rock, pero es difícil encontrar una serie de
características comunes a todas ellas, aparte de un sonido retro y poco
retocado por el uso del estudio: Wolfmother,
Kings of Leon…
Para mí, lo que mejor define la
creatividad musical dentro del pop-rock de los últimos doce años es la figura
del cantautor acústico o semi-acústico, dentro de unos parámetros
neo-psicodélicos o absolutamente retro: Bonnie
Prince Billie, Neil Halstead, Ferraby Lionheart, Bright Eyes, M. Ward, Alexi
Murdoch, Bon Iver, Kings of Convenience, The Low Anthem, Sufjam Stevens, Adam
Green, Hope Sandoval, The Beta Band, Young Hines, Oakley Hall, Joe Henry,
Luther Russell o previos líderes de bandas transformados en cantautores
como Mark Lanegan o Grant Lee Phillips.
Esta tendencia hacia el minimalismo, la psicodelia
o el sonido retro de los 60 o los 70 tiene mucho sentido dentro de la crisis de
la industria musical: el artista se refugia en su esencia, la construcción de
canciones, huyendo del puro efectismo de la producción ultra-planificada, cayendo
con frecuencia en las trampas y delicias del lo-fi o la producción casera. Es
una vuelta a la esencia de la música, fuera cada vez más de las excrecencias
redundantes y otras exigencias de la industria. Siempre me he resistido a aceptar
aquello de “en esos años se dejó de hacer buena música”; me parece equivalente
a decir que no había en aquel momento buenos músicos, y músicos de calidad los
ha habido siempre, independientemente de las modas y de la mercantilización de
la música. Por tanto, más que hablar de malos tiempos, de indefinición o de
falta de personalidad en el panorama musical actual, prefiero hablar de una
salida de los músicos de la trampa de la etiqueta industrial. Bienvenidos sean
los tiempos de la indefinición y la creatividad.
HK, 12 de noviembre de 2012
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